Tres
décadas viviéndote,
amándote,
admirándote
sintiendo
desde tu llegada
que
serías grande, noble y bella.
Aun
siento tus labios en mi pecho
y
tus manitas acariciarme.
Tres
décadas sabiéndote feliz,
en
la concreción de tus sueños,
en
cada uno de los pasos que dabas
en
busca de un mejor mañana.
Te
nos adelantaste en la vida
dejando
un hondo vacío,
un
dolor sin parangón,
una
herida que carcome el alma
y
nos hace indefensos.
Aceptar
que te fuiste es absurdo
porque
sigues viva en el pensamiento,
y en
los corazones de quienes
fuimos
y seremos parte de ti.
Las
persianas de mi rostro se cierran,
de
mis ojos sigue manando
ese
líquido salobre y no hay consuelo,
la
película se repite una y mil veces
y
solo escucho y siento
la
despedida de ese día infausto
y
sigo esperándote con este afecto
que
más de amiga-tía-madrina
se
transformó en amor de madre.
Tres
décadas, tres últimos meses
de
disfrutar de tu compañía,
de
tu sonrisa, de tu alegría,
y ahora
lo que me resta de existencia
será
para mantenerte a mi lado,
con
tu presencia ausente.
Cuanto
duele tu partida mi niña grande.
Mathmer
06-09-2016