Pusilánime llegue a la puerta de
su vida,
en el declive de sus sueños
mozos,
como una insinuación de la brisa
rocé sus dedos maltratados por
el tiempo,
lo que le hizo deslizar una
sonrisa
curvándole la comisura de la
boca.
Una mirada profunda se prendó a
la mía
en un eufemismo a que
continuase,
invadida de emociones
encontradas
retire mis ojos y manos,
solo sentí la de él asirme por
el brazo
y el trepidar de mi pecho se
aceleró,
cual hojas secas arrastradas por
un tifón.
No hubo palabras solo miradas,
esas que desnudan hasta el
pensamiento,
dando paso a la pasión contenida
y a la concreción de ese sueño
que no sabe de cordura, de
distancias
de edades ni de tiempo.
Mathmer 2016
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