En ese asomar de la alborada,
donde el rugir del mar se hizo cómplice
y su mirada escrutaba cada palmo de mí
sentí sucumbir ante el frenesí de sus besos
y las ansias añejas que embargaban mi ser.
No hubo temor
y la timidez que me habitaba
quedó al margen,
sólo quise vivirlo, sentirlo mío
y que su vehemencia
fuese correspondida
en una simbiosis total.
Quise detener el tiempo
y permanecer allí.
¡Craso error!
Éste es inclemente
y solo dejó en mi ser
el recuerdo de un mágico amanecer,
anhelando cada frase, cada besos
y esa sensación a gloria
que solamente quienes entregan el alma
conocen lo que duele
perder al ser amado.
Mathmer 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario