Mientras el rocío de la
mañana desaparecía tras el sol inclemente que azotaba la estancia, donde como
dos desconocidos permanecían silente los amantes, ante una tensa calma que
abruma.
Ella, de forma inocente le
mira, y entre susurro lo interpela, ¿Será que te puedo abrazar? Teniendo por
respuesta un silencio lúgubre. No puede evitar que surjan lágrimas de dolor y
sentir desierta sus ilusiones.
Baja su cabeza en signo de
debilidad, observando como su pecho se paraliza, ante la sorpresa que el mayor
de sus sueños se ve quebrantado, no es una simple grieta, tiene la certeza que
es un cráter lo que la separa de su
amado; ni preguntar el por qué, intuye que no habrá
respuesta, eso que empezó como simples gotas es ahora una catarata que fluye mientras
se ahoga en silencio.
Vienen a su memoria esos
viajes de descanso y placer, que él hiciese sin ella. Lo
distante que ha estado desde su retorno, su intimidad y momentos compartidos han
quedado atrás, ya no existen.
Levanta lentamente su
frente y su sorpresa es mayor, ¡no está! Se ha marchado a otros brazos, otros
besos y caricias, pero sabe que cada vez que él se entregue a esas pasiones la
tendrá presente. Solo ella lo entiende, solo ella lo acepta tal
cual, solo ella le ama hasta la locura, solo ella cambiaría el horizonte por
verlo feliz, solo ella sabe que donde
vaya él anhelará esas caricias que con manos-labios-boca nadie
más podrá propinarle, porque las aprendió con él convirtiéndose
en la colona de sus sentidos.
Mathmer 2015
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